La evaluación primaria en medicina crítica tiene un objetivo claro: identificar y tratar de inmediato las amenazas vitales. Sin embargo, su correcta ejecución no sustituye ni cancela la necesidad de evaluaciones posteriores. Por el contrario, las vuelve obligatorias. El error clínico aparece cuando la evaluación inicial se confunde con una evaluación definitiva.

El paciente crítico es dinámico. Su fisiología cambia con el tiempo, con las intervenciones y con la evolución de la enfermedad. Hallazgos ausentes en la evaluación primaria pueden aparecer horas después, y datos inicialmente secundarios pueden adquirir relevancia clínica. Cuando no se realizan evaluaciones secundarias, terciarias o reevaluaciones seriadas, el diagnóstico no se afina: se congela.

La omisión de estas fases no suele percibirse como un error, porque el primer abordaje “se hizo”. Sin embargo, en muchos casos el fallo diagnóstico no ocurre en la entrada del paciente, sino en la falta de reevaluación. La medicina crítica no permite juicios estáticos; exige una observación reiterada, intencional y consciente.

En este contexto, evaluar no es cumplir un protocolo, sino sostener el pensamiento clínico a lo largo del tiempo. La evaluación primaria inicia el proceso, pero son las evaluaciones subsecuentes las que lo mantienen vivo y clínicamente seguro.